segunda-feira, 21 de setembro de 2015

20150922 Jorge Fandermole Fander 2014

Jorge Fandermole 
Fander
2014




Jorge Fandermole: guitarra y voz
Marcelo Stenta: guitarra y coros
Fernando Silva: bajo, contrabajo y violoncello
Juancho Perone: percusión
Carlos Aguirre: piano, flauta baja e instrumentos digitales
Julio Ramírez: acordeón
uis Barbiero: flauta
Carlos Pino: voz
ulián Venegas: coros
Lucas Heredia: coros
osé Piccioni: percusión
Iván Tarabelli: instrumentos digitales

Canções

101 Alunados (05.09
102 Yarará (04.59
103 Mala hora (03.47
104 Aquí está la marcha (05.44
105 Chamarrón de proa (06.01
106 La luna y Juan (04.12
107 Hispano (03.26
108 La luminosa (03.20
109 Agua dulce (05.30
110 La Rosa Díaz (04.30
111 Cantar del viento (04.09
112 Corazón de bombisto (03.06
113 El viejo y el río (04.06

201 Río marrón (04.30
202 Lía (03.44
203 Puerto Pirata (04.29
204 Vidala de las estrellas (03.40
205 Tema del vino (05.24
206 Canción de navegantes (03.34
207 Zamba de lo perdido (04.15
208 Imagen de pueblo (99.99
209 La ausentadora (03.55
210 Coplas para la tejedora (04.09
211 Carcará (04.11

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CD1

101 Alunados (05.09

Pinta la noche y con rigor de artista 
clava en lo negro su trama puntillista
para que los pobres, los desamparados
tengan el cobijo del cielo estrellado.

Pero esos brillitos de distancia fría
les causa una profunda melancolía
y la noche, como quien da su fortuna, 
de un hilo de luz hace crecer la luna.

Brotan los enfermos y los malheridos, 
llamando a la luna, ciegos, doloridos;
bañados enteros en su plata suave, 
invocan su espejo para que los trague.

Alzan su plegaria de desesperados
para que la luna los lleve a su lado
para sepultar aquí en tierra plana
sus padecimientos que la luna sana.

Luna, luna, luna, luna.

Piden a la dama desde su intemperie
los chicos solitos que la calle muerde;
vagan como si alrededor de sí mismos
de su panza flaca creciera el abismo.

Mirando hacia arriba con su sed y su hambre
le reclaman desde el fondo de la sangre,
danos madre luna a comer de tu harina,
de tu pan de leche redondo en la esquina.

A su luz se embarazan las desatentas,
se vacían los vientres de las parturientas,
se borran los filos de dagas y anzuelos,
se pudre lo que esté muerto bajo el cielo.

Bajan los licántropos de sus mansiones,
inician los brotes sus germinaciones,
suben las mareas, se adensa la bruma,
sigue el temporal hasta cambiar la luna.

Luna, luna, luna, luna.

Acompaña al lecho a los enamorados,
lleva hasta el patíbulo a los condenados,
a los estrelleros les guarda el instinto,
saca a los perdidos de los laberintos.

Y a mí que me tiene cautivo en el cielo
me detiene alucinado en mi desvelo;
estoy esperando que se me haga el día 
pa´ volverla a ver desde la tierra mía.

Luna, luna, luna, luna.

102 Yarará (04.59

(Voy hundido boca arriba y ella pasa sobre mí,
ondulando la deriva, sin apartarse de aquí).
Mientras vea tu vientre helado a contraluz meridional
deberé seguir ahogado de este lado, yarará.

En el agua o en la leña hay un nudo del azar 
donde tu sueño se anega en ciega fatalidad.
Sobre el piso de tu instinto pisa el peso de mi andar
y a mi paso, hecho el ovillo, tus anillos, yarará.

Lo que tu cabeza mira con certeza de animal
es el sitio de la herida que no se puede evitar.
Triangulada puntería de pupila vertical
y la piel roja y hendida donde deberá sangrar.

Yarará, yarará.
Yarará, yarará.

Ahora cuando me despierto me vuelve tu quemazón
en un fino hilo de acero que me cruza el corazón;
traza de arenosa llaga y una sed que no se va,
brasita que uno la traga y no se apaga, yarará.

Cada cual lleva su estigma, cada cual su sinrazón,
en mí el rumbo que me signa y en tu ser la condición
de lo vano y de lo pleno, y en plena casualidad
me desvivo y me despeno en tu veneno, yarará.

Las puertas de tu mordida no se pueden elegir;
el que no muera enseguida para siempre va a sufrir.
Cuelgo yo herido y no muero en los palos de mi cruz,
ando yo despierto y ciego y ella dormida en la luz.

Yarará, yarará.
Yarará, yarará.

Cuelgo yo herido y no muero en los palos de mi cruz,
ando yo despierto y ciego y ella dormida en la luz.

103 Mala hora (03.47

Mala hora,                       
mi vida perdida,             Ay, mi dulzura
mi encarnada espina,         mano de hiedra,
mi pluma, mi esfera,
mi presidio otrora           mi agua de luna,
por verte dormida
quemando a mi vera           fuego
en agua malditas
mi barca se escora           de piedra estelar.
con mi calavera;             Si
malhaya aquel día,           me escucharas
mi ama, mi señora;           donde
atarme a tus ojos            estuvieras
a primera vista,             y una
a tu boca de arista          palabra
tan devastadora,             te
cabeza en mi lista           detuviera
de toda demora,              te hiciera
ojalá estuviera              girar,
en mis manos ahora,          yo
hacer que no fueras,         esperaría
lograr que no existas        junto a
en mi pobre historia         tu puerta
desde que tu estampa         toda
arreció en tormenta          mi vida
que dura y no escampa,       hasta tu
y un sol que saliera         vuelta,
como de amatista             con las
y a tu garra experta         agujas
borrar toda pista            desvanecidas
pa’ que te perdieras                
antes de la aurora,          de mis
y en muy buena hora          relojes
ya fuera otro día.           hasta ese día.

104 Aquí está la marcha (05.44

Era el fuego que empujaba por la espalda 
al abuelo en el despunte de la luz, 
respiraba en los pulmones de la fragua 
y quemaba en un candil la juventud. 

Era el viento en el molino y la estropada 
que en la sangre nos pegaba el corazón; 
era pura voluntad y nos bastaba, 
y sobraban los motivos del amor. 

La buscamos hasta perder el aliento 
en los libros viejos de cada lugar, 
en los mapas y en la rosa de los vientos 
y en el son que cruza el aire al despertar.

Dónde irá la marcha, esa que al andar 
nos alegra el alma con su claridad; 
el que la reclame solo no podrá, 
que si no es de nadie de todos será.

Pero un día recorriendo las orillas, 
cuando ya no había esperanza en nadie más 
la encontró un viejo tirada en una esquina, 
con su voz la alzó y la puso a caminar. 

Desde entonces siempre hay alguien que la toca 
y a nosotros, que sentimos su calor, 
se nos vuela desde el borde de la boca, 
de las manos y del parche del tambor. 

Aquí está la marcha, esa que al andar 
nos alegra el alma con su claridad; 
el que la reclame solo no podrá, 
que si no es de nadie de todos será.


105 Chamarrón de proa (06.01
A mis queridos compañeros de Paraná Ra' Angá y a la tripulación del Crucero Río 
Paraguay, integrantes de la expedición que unió Buenos Aires y Asunción en 2010, 
navegando río arriba en un viaje que aun no termina.

Me abriré en las vetas si me tallan en madera, 
me arderá la herrumbre si me pliegan en metal, 
que cualquier materia que se toque o que se vea 
poco ha de durar. 
Pero si me buscan en tonadas marineras, 
tal vez en el modo de pulsar 
haya una chamarra aguardentosa y trajinera, 
duradera y blanda de cantar. 

Llevo un son chamarritero que cobija la ilusión 
de que lo arranquen del sueño y lo planten de mascarón 
de un barco hecho del deseo del que lo venga a abordar,
yendo a buscar qué, quién sabe... 

A babor, pueblitos titilando como velas, 
a estribor un pie del horizonte empieza a arder. 
Entre Orión y Escorpio los desvelos son cincuenta, 
viejos albañiles de Babel. 
Cada corazón es una Piedra de Rosetta 
traduciendo a todos los demás 
y el casco en la noche un banderín de la tormenta 
en un derrotero sin final.

Llevo un son chamarritero que cobija la ilusión 
de que lo arranquen del sueño y lo planten de mascarón 
de un barco hecho del deseo del que lo venga a abordar,
yendo a buscar qué, quién sabe, 
subiendo el río hacia atrás, subiendo el Paraná. 

La chamarra que nunca respeta las fronteras 
-don Aníbal, ¿no es así?- 
hoy pide permiso para regresar a tierra guaraní, 
y pretende por temperamento y lejanía, 
porque es de una estirpe de ultramar, 
la amarren a proa y empapada de alegría 
le dejen el río navegar.

Llevo un son chamarritero que cobija la ilusión 
de que lo arranquen del sueño y lo planten de mascarón 
de un barco hecho del deseo del que lo venga a abordar,
yendo a buscar qué, quién sabe, 
subiendo el río hacia atrás, subiendo el Paraná,
subiendo el río hacia atrás, subiendo el Paraguay. 

106 La luna y Juan (04.12
A Luna Monti y Juan Quintero

Sale la Luna bajo un farol,
y Juan la espera con su latido
en la vidalera caja de sol
que en su guitarra puso el fueguito
que viene ardiendo de su niñez,
que no lo deja y aún se le nota
por la sonrisa inmensa en la boca
y lo pone al borde de su amor
de vidalero hilando una cuna
para su Luna bajo un farol.

Juan y la Luna, cómo decir,
ponen de nuevo el agua a fluir.

Algo acontece fuera del mundo,
ellos lo saben y así lo cantan;
algo les danzará en lo profundo
con la centella alegre del alma. 
La Luna sube filosa y anda,
y Juan, tan suave su voz de tierra,
parece el aire que la suspira
y por allá arriba la ve brillar,
mientras se guarda aquí en la madera
su almita entera de enamorao.

Juan y la Luna, la Luna y Juan,
ponen cada cosa en su lugar.

Juancito traza un surco de tierra
y entre las cuerdas pone a labrar
sus dedos lúcidos de artesanía, 
tucumanía y sonoridad;
bajo sus nubes entra y la busca
siguiéndole el agua de la boca
pa´ que la Luna diga sus coplas,
y lo que se evoca al verle el trasluz
son unas dulces hebras de arrope
que un claro toque convierte en luz.

Juan y la Luna, en una canción,
sueltan mis niños del corazón. 

107 Hispano (03.26

Forma de mis pensamientos,
sonar de una madre patria,
de la terrible conquista
ibérica y transatlántica
que me da el decir, me funda
con la primera palabra 
hasta el adiós que suspire
cuando del mundo me vaya.

Cantando al sur del río Bravo
con entonación tan bella,
por la Cruz del Sur se ha dado
a volar hasta las estrellas,
y va dibujando el sueño
de Macondo a un Llano en llamas,
y habla el hidalgo manchego
con el Martín de la pampa.

Nunca caigas de mi boca
con palabras deshonradas
del olvido y el espanto
y la luz desanimada;
ya saldará nuestro idioma
sus dos deudas con la historia:
pedir perdón tras los mares
y aquí guardar la memoria. 

Porque son tan diferentes
bogotano y rosarino,
andaluz, montevideano
y los tonos argentinos,
celebro la diferencia 
y que se tensen en el habla
el candil de la periferia
y la luz metropolitana.

Y entienden mi canto en Lima,
en Santiago y en Caracas,
y todo el mundo lo entiende
desde México a Granada.
De Madrid a Buenos Aires
y de Rosario a La Habana,
si debo decir “te amo”
mi amor es en lengua hispana.

Palabra del sentimiento,
sonora lengua del alma,
madre y patria de mis hijos,
sonido de mi esperanza.

108 La luminosa (03.20

Me han dado mis ascendientes
esta luz humilde y pura 
de piedrita incandescente 
cintilando en la negrura. 
Me han dado mis ascendientes
esta luz humilde y pura.

Tengo claro en el abismo 
de mi andar y mi desvelo 
que estoy hecho de lo mismo 
que lo que brilla en el cielo. 
Tengo claro en el abismo 
de mi andar y mi desvelo.

De hierro y fuego y de viento
ardientes de lejanía 
me vine cruzando el tiempo 
hasta el ardor de mi vida.
De hierro y fuego y de viento
ardientes de lejanía.

Mi madre ha sido una estrella
quemándose desde el centro 
y queriendo ser como ella 
vengo brillando de adentro.
Mi madre ha sido una estrella
quemándose desde el centro.

Mi credo son estas quejas 
que desato en lo profundo, 
canto y luz son la certeza 
de mi razón en el mundo.
Mi credo son estas quejas 
que desato en lo profundo.

Tengo lumbre parejita 
que he heredado de la altura 
que no merma ni apenitas 
con cada copla madura.
Tengo lumbre parejita 
que he heredado de la altura.

Como luz que llega tarde 
de un terrón ya oscurecido 
hago coplas que me alarguen 
la luz cuando me haya ido.
Como luz que llega tarde 
de un terrón ya oscurecido.

Me habrá elegido una estrella 
para ser un fulgurante 
hijo breve que destella 
entre dos noches gigantes. 
Me habrá elegido una estrella 
entre dos noches gigantes.

109 Agua dulce (05.30
A la memoria de Chacho Muller, 
Aníbal Sampayo y Miguel “Zurdo” Martínez

De agua dulce que se va por la pendiente
de mi verde continente a mezclarse con el mar
vamos hechos, y su luz que nos alcanza
nos devuelve la esperanza de hallar la tierra sin mal.

A su escencia y su fluir pertenecemos
desde el puño de los remos hasta el modo de decir.
Al bajar nos atraviesan estos ríos, 
mansos de los pagos míos de la fuente guaraní.

Los centinelas del agua no se han ido todavía, 
traen desde remotos días las palabras y el fulgor, 
sus versos como plegarias luminosas que se abisman
claras como el agua limpia en los cauces del corazón.

Son del agua nuestros hijos, 
flores del camalotal.
Lo que se derrame al río
en su sangre quedará.

De la ausente sombra del monte talado
un ciego sol han cosechado y con la tierra se nos va.
La memoria de Apipé se hundió en su espuma 
y en Yacyretá la luna no termina de llorar.

Yo me sueño regresando a un río sagrado
mientras el monte olvidado vuelve nuevo a florecer,
y ya, leve, sin amores ni trabajo,
yéndome corriente abajo con mis hermanos de ayer.

Los centinelas del agua no se han ido todavía, 
traen desde remotos días las palabras y el fulgor, 
sus versos como plegarias luminosas que se abisman
claras como el agua limpia en los cauces del corazón.

Son del agua nuestros hijos, 
flores del camalotal.
Lo que se derrame al río
en su sangre quedará.

110 La Rosa Díaz (04.30

Esa es la Rosa que baja
con los yuyitos que junta.
La Sierra Grande a su espalda 
le tapa el sol que despunta.

Del agua de la Pampita,
por los senderos de piedra 
trae a San Javier, solita, 
fragancias de las estrellas.

No cabe ni una tristeza 
en su humilde alforja vacía 
cuando a la tarde regresa 
en los vinos de su alegría.

Tiempo lejos vino siendo 
de cuantioso amor bendita, 
cada estación floreciendo 
lo mismo que sus plantitas.

El invierno sin un grito 
segó su bulto en la loma 
y sobre el pueblo marchito 
cayó un silencio de aromas.

Se lleva la Rosa Díaz 
sus yerbas al cielo mismo; 
ahí vuelve al cerro su almita 
perfumando los abismos.

111 Cantar del viento (04.09

No hay cuatro vientos sino mil
soplando sobre la copla
y cada uno se hace sentir
con la voz de donde sopla.
Y cada uno se hace sentir
con la voz de donde sopla,
no hay cuatro vientos sino mil
soplando sobre la copla.

Coplas del viento molinero
que muele la sonoridad
de los otoños en el vuelo
de su reseca hojarasca,
tráeme tu luz, viento viajero,
que donde vivo ya no hay más,
tráemela con tu soplo fresco
sobre mi oscura palabra.

No hay cuatro vientos sino mil...

Viento dolido de la historia,
sopla sobre mi corazón
para que juzgue la memoria
sobre el olvido y el perdón.
Tráeme de todos lados viento
lo que la gente callada
murmura en su alma para adentro
como una gran marejada.

No hay cuatro vientos sino mil…

El viento siempre se encarga
de terminar lo que empieza, 
lo que se enciende lo abrasa, 
lo que se apaga lo vuela.
Hago mi copla bandera
dócil al viento profundo
que se vuelve aire y flamea
como marcándome el rumbo. 

No hay cuatro vientos sino mil

112 Corazón de bombisto (03.06
A Raúl Carnota

Por la garganta se te va yendo el corazón; 
hasta tu sima se hunde lastimado de amor 
y como flor que suena se te arranca en la voz.

En la guitarra puja tu sangre por andar, 
y en el rasguido va contenida y hacia atrás 
la cadenciosa luz de los que nunca se irán.

El tiempo juega con tu fraseo de cantor, 
pero en el hueco de un bombo guarda su reloj 
y desde allí te da latido y respiración. 

Cuando no quede ya ni una astilla 
entera de tus huesos sin quemar, 
en el gastado insomnio del parche de algún bombo 
tu cuerda legüera regresará.

Te clava un golpe el aire del pecho y al cantar, 
algo en tu sangre que ningún hambre cercará 
para que no te ciegue lo que no ha de durar.

En hondas noches de Salamanca yo te oí 
rezar buscando el canto que no fuese a morir, 
pero ya lo traías de tu madre hasta el fin.

Quizá te encuentre cuando se nos venga el final, 
ahogado el grito cayendo arriba a vidalear 
la copla que se te olvidó de puro mortal.

Cuando no quede ya ni una astilla 
entera de tus huesos sin quemar, 
en el latir pausado de un bombo bien tensado 
tu cuerda legüera regresará.

113 El viejo y el río (04.06

Tengo las manos lejos
de acumular distancia en la canoa
y unos recuerdos viejos
prendidos a las redes del aroma.

Los nombres, los amores,
los fue llevando el agua, y sus historias
hoy flotan como flores
fantasmas al confín de la memoria.

El agua tira al cielo
o tira al fondo como nuestra sangre;
la vida es sólo un vuelo
fugaz entre crecidas y bajantes.

Viene el agua sobre el vado
y en mi corazón cansado;
cuando mi padre suba su piel
mi luz gastada se irá con él.
Que me lleve la creciente
río abajo hasta la muerte;
pasó mi tiempo y dejó al pasar
sólo un olvido camino al mar.

Ya me pasé una vida
mirándola pasar aguas abajo;
aguardo la crecida 
soñando y aún en mis sueños trabajo.

De tanto andar parejos
arreando cada cual su turbia estela
me siento igual de viejo
que el río donde mi sueño navega.

El agua tira al cielo
o tira al fondo como nuestra sangre;
la vida es solo un vuelo
fugaz entre crecidas y bajantes.

Viene el agua por el vado
y en mi corazón cansado;
cuando mi padre suba su piel
mi luz gastada se irá con él.
Que me lleve la creciente
río abajo hasta la muerte;
pasó mi tiempo y dejó al pasar
sólo un olvido camino al mar.


CD2

201 Río marrón (04.30

No quiero perderte mujer del río, 
cuerpo marrón del río marrón, 
las manos como ondas en la orilla. 
Y la permanencia en la confluencia 
colmando los muslos combados, 
espejos de la luna fugitiva…

Río marrón, 
devolveme sangre abajo de tu paso 
el lirio negro que quedó junto a tu orilla. 
Río, río marrón, 
llevá en un pez esta canción, que alguien me espera 
de cara a las estrellas, cauce arriba, 
río marrón. 
Animal de barro que huye, 
que, como la vida, fluye sin volver nunca a la altura. 
Si pudiera remontarte tiempo atrás 
para ver en la oscuridad de su semblante 
si no faltó un instante de ternura, río marrón…

El agua que baja nunca es la misma 
y al recordar nos vamos al mar 
porque el pasado yace en lo profundo; 
y como el amor dura una creciente 
el dolor es caudal permanente, 
la sangre su espejo y la vida reflejos del río marrón.

Río marrón, 
devolveme sangre abajo de tu paso 
el lirio negro que quedó junto a tu orilla. 
Río, río marrón, 
dónde quedó aquella canción que nadie espera 
sentada en la ribera, cauce arriba, 
río marrón. 
Piel del cielo que se rompe 
desde aquí hasta el horizonte, luz de luna sumergida, 
si pudiera remontarte tiempo atrás 
para ver en la opacidad del sueño ido 
si aquel fulgor perdido era la vida, río marrón…

202 Lía (03.44

Lía, guardame la tibieza que ya voy
contra tu tierra dulce, oscura
volcado a descansar,
Lía, secame de palabras que hoy quisiera llorar
no más que por el agua blanquecina que te inunda.

Lía, bestia del alma mía, animal
inconsolable que me mira
desde la oscuridad;
fría delicia de las manos puestas sobre el lugar
preciso en que el alcohol de la tormenta se destila.

Déjame en los brazos
pedazos de tu amor;
cuando la luna boca abajo
te duerma abierta en gajos 
yo vendré a comerte el corazón, Lía.

Lía, sílaba de agonía, genital
de pulso blando al que los soles
se vuelven a beber;
cuando te anuncien los tres gallos no te voy a negar,
yo soy la piedra al pié de tu cabeza de medusa.

Quiero abrir tus huesos
con besos de ciclón;
cuando la luna boca abajo
te duerma abierta en gajos
yo vendré a comerte el corazón, Lía.

203 Puerto Pirata (04.29

Rosa de plata, la niña del mar, Puerto Pirata;
copa de luna, te vemos brillando sobre el alba
los que venimos de lejos
quemados de sangre del huracán.

Puerto Pirata, el tesoro del rey viene escondido,
y las cabezas cortadas en el barco enemigo
son esas babas del diablo
juntando sal en el palo mayor.

El alcohol de tierra firme
tiene al fondo brillo de puñal para cortar la sed;
putas de los siete mares
prenden luz de lomo de tormenta al entrar al burdel.

¡Haiee heea, que llegamos de alta mar,
heeaa, a dormir en tierra!.

Puerto Pirata, la Bruja del Mar tira los vientos;
sobre los barcos volvemos a andar los bucaneros,
vuelta a soñar oro y muerte
y si no nos mata la suerte, volver.
Volver.

Velas negras, bandera de huesos...
Velas negras, bandera de huesos...

204 Vidala de las estrellas (03.40

Bajo por una huella 
de muy arriba; 
vengo de las estrellas, 
traigo alegría; 
vengo de las estrellas 
traigo alegría.

De donde vengo nadie 
viene viniendo; 
rastro de humo en la noche, 
de las estrellas vengo; 
rastro de humo en la noche, 
de las estrellas vengo.

Ay, de mi amor que baja 
pintado en ella, 
golpeando una vidala 
por las estrellas.
Flor del camino largo, 
no te marchites 
que lo lejano no existe.

Nadie hasta las estrellas 
llegará un día, 
ni desde las estrellas
a quien las mira; 
ni desde las estrellas 
a quien las mira.

Por qué estaré tan lejos
de lo que quiero.
Ay, de esta vida, luz 
que no llega a tiempo. 
Dónde están esos ojos, 
brillo breve 
que enciende, quema y se muere.

Vuelvo a la altura llorando.

205 Tema del vino (05.24

El vino tinto primero 
es como el aire del sur, 
es como un útero fresco, 
un vestigio de la luz. 

El vino tinto que baja 
cayendo a la eternidad
tiende un brazo hasta los ojos 
y otro a la profundidad.

Cae a plomo el vino tinto, 
oscuro aliento de sol, 
serena serpiente de odio, 
violento como el amor.

El vino tinto es un turbio 
paisaje de anochecer, 
una ventana rojiza 
abierta sobre el ayer.

Cuando clava sobre el sueño 
la cruz de la soledad 
brota la risa hacia fuera 
y una lágrima detrás.

Al fin, como la llovizna, 
baja velando el dolor
y tiende la muerte el velo 
lloviznoso del adiós. 

206 Canción de navegantes (03.34

Yo no anduve nunca el mar 
en su redondez salada 
ni vi su crin derramar 
en las cubiertas mojadas. 

No conozco singladura, 
constelación ni cuadrante, 
pero canto por vivir 
un canto de navegantes. 

Ay, velero que me llevas 
desde mi madre al desierto, 
y desgarran tu madera 
fantasmas de mar abierto. 
Ay, brújula de mis hados, 
puerta de los espejismos, 
vaga tu norte extraviado 
en la panza del abismo.

No sé qué rumbo tomé, 
qué muelle me vio amarrado 
desde donde un día zarpé
con vientos desordenados. 

Llevo un sueño sin abrir, 
duermevela del vigía, 
y un pié pisando el nadir, 
rojo de melancolía. 

La estela que voy dejando 
es breve como la aurora. 
Yo soy el que va pasando 
y el mar el que me devora. 
Sé que me espera un remanso 
en la frontera salina 
donde voy a flotar manso 
como un barco negro en ruinas.

207 Zamba de lo perdido (04.15

Que diga una zamba rota 
la última piedra que guarde
mi nombre al caer el minuto 
final de mi última tarde.

En zamba llegan cantados 
los rostros que no se olvidan 
y en sus compases lejanos 
se va perdiendo la vida. 

No es sólo el amor la zamba 
sino lo que se fue yendo, 
por eso en su cuerpo vivo 
y en tanto me voy muriendo.

Las pieles y las tormentas 
suelen pasar y alejarse, 
pero siempre hay un recuerdo 
que viene en zamba a quedarse.

Azul de la noche alta, 
vení a callarme esas voces 
que son flores del silencio 
cantándome sus adioses.

No es sólo el amor la zamba 
sino lo que se fue yendo, 
por eso en su cuerpo vivo 
y en tanto me voy muriendo.

208 Imagen de pueblo (99.99

Mi pueblo es una luz desnuda y verde 
que duerme con la cara a las estrellas, 
con unos pies de arena que se pierden 
por entre los ahogados y las piedras; 
un lagarto ciego en la luz.

Los hombres de la sangre silenciosa 
son ramas de la vida que resisten 
a un horizonte de inmensidad penosa 
y al tiempo que los otoños desvisten 
como un cuerpo de mujer.

Mi pueblo es un cielo verde derramado de la altura 
que guarda un caballo de agua en la curva de la cintura; 
es verde como la idea de sus hijos del pasado 
bajo el verde de la tierra que los guarda sepultados.

Los años pasan como remolinos 
sobre la piel humilde de la gente; 
hay poco que decir sobre el destino 
de tan pequeño corazón caliente 
que no pudo nunca crecer.

Mi pueblo es como un párpado hechizado 
de un ojo verde abierto por el clima 
desde donde se van enamorados 
los hombres con toda la magia encima 
y un día vuelven a morir.

Mi pueblo es un cielo verde derramado de la altura 
que guarda un caballo de agua en la curva de la cintura; 
es verde como la idea de sus hijos del pasado 
bajo el verde de la tierra que los guarda sepultados.
Están los veranos presos en los huesos de los hombres 
y el vientre de las mujeres marcando las estaciones; 
cuando mi pueblo se duerme de la muerte y el trabajo 
el sueño es el agua verde que se pierde río abajo.

209 La ausentadora (03.55

Qué rara flor malherida 
en sus deseos me canta,
que la trae cayendo el día 
y a medianoche la espanta. 

Se agacha la luz nocturna 
de sus luciérnagas moras
y huye al amor en penumbras, 
temblando, la ausentadora.

Andar viviendo es, tal vez, 
como ella, tibia alegría
en sus pechos, y en su envés 
tristezas de lejanía.

Se va con el talle ardiente 
dejando un rastro bermejo,
con olor a miel caliente, 
a tierra y jazmines viejos.

Fugitiva de mis aguas, 
aroma de leña verde, 
plumaje de luna amarga 
que asoma el vuelo y se pierde.

Andar viviendo es, tal vez, 
como ella, tibia alegría
en sus pechos, y en su  envés 
tristezas de lejanía.

210 Coplas para la tejedora (04.09

Cómo se te ovilla el tiempo 
en su corazón de lana
sangrando en el movimiento
por las cribas de la trama.

En el aire vi unas manos
y en las manos la tibieza
y en lo tibio del hilado
el hielo de la tristeza.

Ven y téjeme las notas
en los puntos de la urdimbre
paso a paso y gota a gota
con tus agujas de mimbre.

Ay, Edilia, si te olvidas
de anudar tus propios pasos
va a venir la noche un día
a dormírsete en los brazos.

En el sueño, tejedora,
donde tus lanas te alumbran
te soñás tejiendo auroras
en medio de la penumbra.

Artes de adivinadora
te cuentan lo sucedido
y tus lanas lo atesoran
en la piel de tu tejido.

Quién te habrá dado esa prisa
prendida en colores fuertes
y en los bordes de ceniza
lentitudes de la muerte.

Cuando sientas en tu hilado
que mi tiempo se ha vencido
dibujame un sol gastado
con las hebras del olvido.

211 Carcará (04.11

Ese sueño que donde
se detiene esconde un diente de animal,
y cuando cruza el paso de las piedras
lastima el ojo igual que una culebra,
es el diablo en el lecho
volando al acecho con la pluma al ras;
es un sangriento pájaro que espera
mi corazón temblando en la ribera
como un ave cazadora,
agua circular
que lleva nube y canoa;
Carcará creciente, al fin la corriente
me va a matar.

Uno pena y sangra,
el otro mata y crece.
Río y hombre pasan
y uno y otro envejecen.

Lengua de infinito, la espuma trae
olor de un amor marchito;
pico en carne viva,
corta los días, pasa y se va.

Ese sueño que corre
y se detiene esconde un diente de animal
donde aprendí a cantar lo que brilla
y a caminar comiéndome la orilla.
Y crecí en la alegría
de su cacería mirando al amor
que a veces cruza con un corto vuelo
y hay que alcanzar 
picando desde el cielo
como un ave cazadora,
agua circular que lleva nube y canoa.
Carcará asesino
ciego y camino de oscuridad.

Uno pena y sangra, 
el otro mata y crece.
Río y hombre pasan
y uno y otro envejecen.

Vuela tu reflejo y la vida queda
ahogándose en tus espejos.
Cuando me haya ido
en tu luz de olvido voy a flotar.
Ave cazadora, 
agua circular
que lleva nube y canoa;
Carcará creciente, al fin la corriente
me va a matar.

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