domingo, 23 de agosto de 2015

20150823 Víctor Heredia (1986 Taki Ongoy

Víctor Heredia 
1986 
Taki Ongoy





01 Texto Nº1 y Tema Introducción (07.25
02 Taki Ongoy (04.54
03 La Puerta del Cosmos (03.00
04 Texto Nº2: Encuentro En Cajamarca (02.54
05 Muerte de Atahualpa (03.28
06 Texto Nº3  Año 1530-Peste (02.18
07 Aya Marcay Quilla (02.08
08 Taki Ongoy II (02.31
09 Muerte de Tupac-Amaru (04.39
10 Texto Nº4  Don Juan Chalamin (02.53
11 Mutilaciones (03.41
12 La cabeza de Pedro Chumay (03.21
13 Un pedazo de mi sangre (02.54
14 Texto Nº5 Canción por la muerte de Juan (03.59
15 Texto Nº6  Potosí (02.26
16 Texto Nº7  Un Dulce Alfarero (04.04
17 Ella Está Conmigo (02.40
18 Una tierra sin memoria (04.10


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Texto nº 1 
Pláticas de los sabios y ancianos (Nahuaxl - Nuahatlacolli)
Veinte mil años Patria
Taki Ongoy
La puerta del cosmos

Texto nº2
Encuentro en Cajamarca
Muerte de Atahualpa

Texto nº3
Año 1530 - Peste
Aya Marcay Quilla
Taki Ongoy nº2
Muerte de Túpac Amaru

Texto nº4 (El gran alzamiento diaguita - 1630/1643) 
Don Juan Chalimín
Mutilaciones
La cabeza de Pedro Chumay
Un pedazo de mi sangre

Texto nº5
Canción por la muerte de Juan Chalimín

Texto nº6
Potosí

Texto nº7
Un dulce alfarero
Ella está conmigo
Una tierra sin memoria

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01 Texto Nº1   Tema Introducción

Hubo un tiempo en el que todo era bueno.
Un tiempo feliz en el que nuestros dioses velaban por nosotros.

No había enfermedad entonces, no había pecado entonces, no había dolores de huesos, no había fiebres, no había viruela, no había ardor de pecho, no había enflaquecimiento. 

Sanos vivíamos. 

Nuestros cuerpos estaban entonces rectamente erguidos. 

Pero ese tiempo acabó, desde que ellos llegaron con su odio pestilente y su nuevo dios y sus horrorosos perros cazadores, sus sanguinarios perros de guerra de ojos extrañamente amarillos, sus perros asesinos.

Bajaron de sus barcos de hierro: sus cuerpos envueltos por todas partes y sus caras blancas y el cabello amarillo y la ambición y el engaño y la traición y nuestro dolor de siglos reflejado en sus ojos inquietos nada quedó en pie, todo lo arrasaron, lo quemaron, lo aplastaron, lo torturaron, lo mataron. 

Cincuenta y seis millones de hermanos indios esperan desde su oscura muerte, desde su espantoso genocidio, que la pequeña luz que aún arde como ejemplo de lo que fueron algunas de las grandes culturas del mundo, se propague y arda en una llama enorme y alumbre por fin nuestra verdadera identidad, y de ser así ­ que se sepa la verdad, la terrible verdad de cómo mataron y esclavizaron a un continente entero para saquear la plata y el oro y la tierra. 

De cómo nos quitaron hasta las lenguas, el idioma y cambiaron nuestros dioses atemorizándonos con horribles castigos, como si pudiera haber castigo mayor que el de haberlos confundido con nuestros propios dioses y dejado que entraran en nuestra casa y templos y valles y montañas.

Pero no nos han vencido, hoy, al igual que ayer todavía peleamos por nuestra libertad.

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Si uno dice Víctor Heredia sabe por donde viene la mano, tiene canciones que forman parte de la banda de sonido de una generación, en algunos casos. 

Pero Taki Ongoy es ya un disco un poco más difícil. Como dice Buffoon, capaz de darle belleza (al menos desde la canción) al exterminio de millones de indígenas... Víctor Heredia en Taki Ongoy viene a cantar, a contar, eso. 

El exterminio, la resistencia, de los pueblos originarios contra el invasor español. Para ello se vale de textos y canciones que van haciendo historia desde la perspectiva indígena. Insisto, no es un disco fácil... no por la complejidad musical precisamente que es de una pulcritud significativa con ayuda de vientos que inmediatamente nos van a remitir al altiplano, más la colaboración de Mercedes Sosa, Baglietto, sino por la carga que tiene.

Pero que sea un disco que invite a un ejercicio musical-narrativo no debería ser un impedimento, al contrario, debería funcionar como aliciente para sentarse, ponerlo y darle una oportunidad. No va a haber lamentaciones.

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PROLOGO

Quienes suponen que la historia puede ser contada desde una sola posición, desde un solo punto de vista, se equivocan, por eso no pretendo que esta que presento aquí sea la única versión. No lo es, está es la de los vencidos, o por lo menos la de los que aparentemente han sido derrotados, el reverso de la moneda que hasta hoy nos han mostrado los supuestos vencedores; pues habría que preguntarse hasta que punto ha sido vencida una cultura que subyace en nuestra memoria colectiva y pugna tozudamente por perdurar a través de los siglos y lo consigue con la permanencia de sus ritos y creencias ancestrales, con la permanente vigilia de quienes son descendientes directos de los que alguna vez fueron dueños de estos territorios y del continente entero, con la inevitable emoción que nos embarga cuando el sonido de una quena, un erke, un sikus golpea nuestro corazón y nos remite involuntariamente a una zona que nuestra memoria reconoce, dolorida y melancólica, como si ese sonido perteneciera a un bello pasaje de nuestra vida anterior.

Y así debe ser: quizá algunos de nosotros haya sido parte de ese sonido que aleteo en el aire claro de las cumbres andinas cientos de años atrás y también porque no, de aquel español taciturno, valiente y ambicioso que se aventuró hasta estos confines a pesar de sus temores, movido por su sed de riqueza y conquista.

Estamos hechos, pues, de los dos barros: del indio y del español. Lo que deberíamos averiguar de una vez por todas a esta altura, es quienes somos: ¿ los conquistadores o los conquistados? Si estamos en este continente de paso o si formamos parte de él, en definitiva si esta es nuestra casa. Si así fuera, no cabe duda de que nuestra posición es la de los vencidos, ya que hechos como los que aquí narro se han sucedido a lo largo de toda nuestra historia en una interminable repetición de horrores y calamidades sociales, económicas y políticas, que nos hermana inevitablemente con los primeros pobladores de este continente, avasallados desde la conquista.

No trato de ofender a nadie con esta obra: solamente respondo a interrogantes que mi conciencia plantea respecto de mi posición frente al actual estado de las comunidades indias de América.

Quiero saber hasta donde mi sangre puede asumir el compromiso que tengo con mi tierra y mis hermanos frente al dolor de los que, con nuestra ignorancia , inocente en algunos casos , hemos discriminado como si fueran ellos los culpables de su propia desgracia, cuando en realidad son la llama viva de nuestra conciencia, lo poco que queda de nuestra antigua dignidad, de nuestra bella cultura.

No intento hacer aquí anti-hispanismo: únicamente contribuir a conformar un todo agregando la parte que faltaba.

Una abuela india y un abuelo español transitan por mi sangre. Para que naveguen felices quiero darles un curso firme, apoyado en el respeto y el amor por mi propia cultura, tratando de entender por qué festejó todavía fechas que representan la muerte y el aniquilamiento de bellísimas expresiones artísticas que son parte del patrimonio cultural universal, y de sus creadores que fueron justamente mis antepasados.

América vive y yo soy parte de este cuerpo que se niega a festejar cuando en realidad quiere llorar.

Deseo ese respeto. Necesito la autocrítica porque nuestro futuro se erigirá con hombres conocedores de la verdad y fieles a ella.

Si no comprendemos que ya somos libres jamás alcanzaremos la verdadera independencia.

Victor Heredia
1986

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