sábado, 26 de maio de 2012

CONOCIMIENTO DEL EDUCADOR

EL CONOCIMIENTO ESPIRITA DEL EDUCADOR
VI JORNADA DEL PENSAMIENTO ESPIRITA ARGENTINO
Buenos Aires – Mayo de 2009
Un texto que es valido a todos nos, seamos espirita o no. Su conformidad con lo real es total. Lo publico sin preconceptos y en honor a Paulo Freire gran pedagogo de izquierda de mi pais. Paulo Cesar - LatinoAmerica


Para hablar del conocimiento espírita del educador, me parece útil comenzar poniendo a vuestra consideración algunos tópicos que procuran aclarar que persigue, para mi humilde entender, la educación espírita
Para definir la concepción que tengo de la educación espírita voy a utilizar el título de un libro de un pedagogo que nació en Brasil: Paulo Freire. Este hombre fue creador del llamado “Método Paulo Freire” de alfabetización que le significó entre otras cosas, ser objeto de  persecución ideológica, de presión y de un largo exilio. Dentro de sus obras que ofrecen ideas claras y rotundas, sencillas y abiertas a todo público, hay una cuyo título, los espíritas podemos tomar como resumen del objetivo de la educación espírita: LA EDUCACION COMO PRÁCTICA DE LA LIBERTAD.
En efecto, uno de los grandes aportes que el espiritismo le hace al hombre tiene relación con su visión del Ser como espíritu inmortal en evolución, dotado de libre albedrío, es decir posibilidad de elección, constructor de su destino, libre para conocer todo lo que existe, sin miedos, sin ataduras dogmáticas, sin temor a descubrir algo que signifique cambiar de postura respecto a algún tema, por el contrario incentivando al cambio que siempre significa progreso.
Mas allá aún: la visión del hombre como necesitado de elevar permanentemente su nivel de concientización sobre si mismo y el mundo.
Entonces, estos aspectos necesariamente deben primar en la educación espírita que es, ante todo y parafraseando a Freire una EDUCACIÓN PARA LA LIBERTAD, educar para ser libre, educar para aprender a pensar y a actuar por si mismo, educar para hacer uso de esta libertad con responsabilidad.
Toda práctica educacional proviene de una postura teórica por parte del educador. Y esta postura teórica implica – explicita o implícitamente - una interpretación del mundo y del hombre.
No pude ser de otra manera, el proceso de orientación del hombre en el mundo comprende, ante todo, el acto de conocer a través de la praxis, por medio de la cual el hombre es capaz de transformar la realidad.
Por lo tanto, estamos colocando la cuestión de los propósitos, de los objetivos, en el nivel de percepción crítica de la realidad y como un factor indispensable del proceso educativo.
Así, la postura teórica del educador espírita, debe poseer, como no puede ser de otra manera, la interpretación del mundo y del hombre que brinda el espiritismo. Y esta interpretación tiene directa relación con la capacidad que tenemos de transformar la realidad, empezando por la nuestra propia, pero abarcando también la de la sociedad toda.
Por todo esto, además del conocimiento del educador, hablaremos también de la ACTITUD del educador
El conocimiento espirita nos lleva a la comprensión critica del hombre como un ser consciente que existe no solo EN sino fundamentalmente CON el mundo, es decir como un Ser abierto que es capaz de lograr la compleja operación de transformarse y transformar a través de su acción y de entenderse y entender la realidad en un contexto evolutivo que trasciende el aquí y el ahora.
Al contrario del hombre, los animales simplemente están en el mundo, viven una vida sin posibilidades de emerger de ella, ajustados a la realidad. El hombre por el contrario, puede romper esta adherencia a la realidad, trascendiendo del mero ser EN el mundo y agregando a la vida que posee, la existencia que desea tener, el objetivo que quiera plantearse. Por ello, el existir del hombre es un modo de vida propio del ser que es capaz de transformar, de producir, de decidir, de crear y de comunicarse.
Es vital para el educador, entender esta diferencia entre ser EN el mundo y CON el mundo. Mientras que la primera posición trae aparejada la pasividad, la segunda motiva a la acción y a poder ser lo suficientemente objetivos para conocernos y conocer. Y hacia estos objetivos transita la educación espírita en todos sus niveles: a la concientización del educando con la finalidad de obtener de él una actitud crítica ante su propia realidad y la del mundo que lo rodea.
Para ejemplificar esto citaremos algunos conceptos vertidos por Ervin Lazlo (prestigioso humanista y científico húngaro) en su obra “Tu puedes cambiar el mundo”:

“ Una adecuada ética planetaria puede parecer una imposición arbitraria si no está arraigada en tu forma de ver el mundo y en tu lugar y papel dentro del mismo. Esto requiere que examines también tus creencias:
Considerarnos a nosotros mismos individuos separados y distintos del mundo social y natural en el que vivimos convierte nuestro impulso natural de buscar lo mejor para nosotros, en una lucha sin futuro entre los más desiguales competidores. En nuestro mundo no equitativo pero interdependiente, comprometerse en este tipo de lucha no sólo es injusto sino que amenaza tanto a ganadores como a perdedores.
La creencia de que nada cambia constriñe básicamente la creatividad y nos hace incapaces de aprender a vivir en un mundo que se transforma rápidamente, tanto si lo sabemos como si no”.
Ervin Lazlo
Esta invitación al cambio, a la revisión de conceptos y actitudes que recomienda Lazlo, está explícita en los fundamentos del espiritismo, en la concepción que éste tiene del hombre, de la Sociedad y del mundo
Frente a un mundo en dinámica transición, atendiendo al sentido evolucionista del espiritismo, la educación espírita, lejos de contribuir a la formación de un ser conformista y quieto, debe propugnar por un educando que procure la verdad allí donde ella esté. Solo concebimos a la educación espírita si puede contribuir a hacer del educando, un ser cada vez mas consciente, con una actitud proactiva frente a los problemas de su tiempo y de su espacio.
La educación espírita es, a mi juicio, un proceso que sobrepasa los límites estrictamente pedagógicos ya que es una educación para la decisión, para el ejercicio de la responsabilidad individual y también social. Una educación que habilite al educando a una discusión valiente de su problemática, que lo incentive a desarrollar sus potencias, que lo coloque en diálogo constante con el semejante, que lo predisponga a constantes revisiones, al análisis crítico de lo que va descubriendo de si mismo y del mundo, que lo dote de una cierta “rebeldía” (si se me permite el término) que lo invite a buscar siempre más y a trabajar en forma consciente por su mejoramiento y el de la sociedad que lo contiene.
Debe también tener en claro el educador que la realidad muchas veces parece que condiciona las posibilidades de los seres, por ello una tarea de concientización que, como dijimos, vemos como uno de los objetivos fundamentales de la educación espírita, es ante todo, el esfuerzo por esclarecer al educando sobre los obstáculos que, en ocasiones, le impiden tener una clara percepción de la realidad. Y estos condicionamientos pueden tener su raíz dentro o fuera del Ser y suelen manifestarse como presiones que sufre, muchas veces de manera inconsciente.
Las presiones externas, que tienen su fundamento en el entorno son varias, a manera de ejemplo citaremos:
  • La competencia, fuertemente instalada en todos los ámbitos
  • La sociedad de consumo creando permanentemente necesidades que no son reales.
  • La globalización, que hasta aquí no ha tendido a la universalización sino a fomentar el consumo y la insatisfacción.
Entre los “enemigos” internos, muy arraigado por la cultura, sobre todo la occidental, citaremos fundamentalmente a los miedos.
Porque hubo épocas en que todo debía soportarse estoicamente; infundir el miedo era, inclusive, una forma de educar: “si no hacés tal cosa te va a suceder esto y lo otro...”.
El castigo, la desvalorización, inculcar los prejuicios y los resentimientos se constituían en herramientas utilizadas a falta de otras mejores.
El concepto generalizado, aún dentro de muchos espiritistas, sobre  lo que la vida aparentemente significa: lucha, sacrificio, castigo, aconsejaba que esa era la mejor manera.
Y también existe el miedo al cambio… pues de alguna manera cambiar significa una pérdida…
Procurar cambiar nuestra manera de pensar significa “perder” la seguridad que nos daba la manera anterior.
(ejemplo del árbol)
Citando nuevamente a Freire en “Pedagogía del Oprimido” nos dice que en un proceso educativo es común observar el “miedo a la libertad”, el temor a la concienciación, el miedo al desarrollo de la conciencia crítica.
continua Freire diciendo: “El miedo a la libertad, del que, necesariamente no tiene conciencia quien la padece, lo lleva a ver lo que no existe. En el fondo quien teme a la libertad se refugia en la seguridad vital, prefiriéndola de la libertad arriesgada”
Por muchos de estos aspectos citamos hoy la necesidad de revisar la ACTITUD del educador espírita, o sea NUESTRA ACTITUD.
¿Somos conscientes que la educación espírita es educación para la libertad, con todo lo que ello significa?
Así concebida, la educación que se brinda en los centros espíritas en todos los niveles, está muy lejos de ser una mera transferencia de conceptos doctrinarios.
No se trata de que alguien (el educador) “deposite” en un “recipiente” (el educando), el contenido de las obras de Kardec y de otros insignes espíritas.
Se trata de enseñar a pensar, a sentir y a actuar según la forma que el espiritismo tiene de ver al hombre, a la sociedad, al mundo y al universo todo.
En una obra maravillosa “Tener o Ser”, Erich Fromm presenta dos actitudes de vida y, refiriéndose al aprendizaje dice:
En el modo de existencia de TENER los estudiantes asisten a las clases, escuchan al maestro, comprenden el significado de sus palabras, escriben en sus cuadernos la mayor cantidad posible de palabras que escuchan, mas tarde estudian estas notas muchas veces de memoria, pero generalmente el contenido no pasa a ser parte integrante de su sistema individual de pensamiento, ni lo enriquece ni lo amplía, sino que se transforman las palabras en conjuntos fijos de teorías que se almacenan. Los estudiantes y el contenido de las clases continúan siendo extraños entre sí, pero cada uno se siente propietario de un conjunto de afirmaciones hechas por alguien que las creó o las tomó de otra fuente.
En este sistema la meta es “retener lo aprendido” sin producir ni crear nada nuevo, de hecho los individuos del tipo de TENER se sienten perturbados por las ideas o los pensamientos nuevos sobre una materia, porque lo nuevo hace tambalear la suma fija de información que poseen y que les ha costado tanto conseguir.
En el modo de SER, el proceso de aprendizaje es de una calidad enteramente distinta pues pone al estudiante en relación con el mundo. En vez de ser recipientes pasivos de las palabras y de las ideas, escuchan, oyen, captan y responden de manera productiva y activa. Lo que escucha estimula la actividad de su pensamiento y en él surgen nuevas preguntas, nuevas ideas y perspectivas. La enseñanza en el modo de SER acude a que cada estudiante VIVA una experiencia personal sobre el tema en estudio, sin miedos y sin ataduras de ninguna clase.”
Pues bien, el aprendizaje desde el punto de vista espírita debe transitar por el “modo de Ser” usando palabras de Fromm o “con el mundo” utilizando términos de Freire.
Debemos tener en cuenta que todo proceso educativo es una forma sistemática y deliberada de acción que incide sobre la estructura individual y social y lo puede hacer para dejarla como está, para producir pequeñas dosis de cambio o para transformarla realmente.
En este sentido el proceso educativo que el espiritismo plantea procura  promover el desarrollo de un sentido crítico que libere al hombre, de modo que ya no se limite a reaccionar a estímulos o a normas establecidas, sino que se sienta impulsado a desplegar, con espíritu abierto, sus fuerzas potenciales y a activarse y enriquecerse a si mismo y a los demás elevando el nivel de logros y realizaciones.
“Cuando fui por primera vez testigo del fenómeno de las mesas que giraban, saltaban y corrían, lo fui en condiciones tales, que la duda no me era posible. No por esto mis ideas se modificaron, pero entre aquellas futilidades aparentes y la especie de juego a que se había reducido el fenómeno, hube de reconocer un hecho y, por consecuencia, una causa que lo determinara, como la revelación de una nueva Ley que me propuse profundizar”.
 “Apliqué a esa nueva Ciencia como lo había hecho siempre con toda otra, el método de la experimentación: no me he fiado nunca de teorías preconcebidas. Observé atentamente, comparé, deduje las consecuencias, de los efectos quise remontarme a las causas por deducción y por el lógico encadenamiento de los hechos, y no admití como verdadera ninguna explicación que no resolviera todo género de dificultades”
Estas palabras de Kardec extraídas de Obras Póstumas y referidas a su iniciación en el nuevo conocimiento, reflejan, sin mas ayuda que una observación detallada, la ACTITUD que tuvo y que mantuvo en toda su vida, la misma que debemos mantener quienes pretendemos “educar” en al ámbito espírita.
El fundador del espiritismo no se quedó en el ámbito de lo conocido sino que, venciendo el temor propio de su condición humana, rompiendo con sus propios preconceptos, intentó realmente CONOCER, buscar donde nadie había buscado, satisfacer su razón, avanzar sobre sus propios descubrimientos.
¿Por donde debe transitar entonces el conocimiento del educador espírita?
Por supuesto comenzar por conocer Kardec, la vida y la obra de quien dio permanente muestra de humildad, de renunciamiento personal, interpretando los mensajes de los espíritus, formulando preguntas que respondían no solo a sus inquietudes personales de conocimiento, sino también a las que la humanidad se formulara en todas las épocas, con una postura renovadora acorde a la marcha de la ciencia y de una moral sin dogmas.
Decimos estudiar a Kardec procurando ver más allá de las formas, leer entre líneas, escudriñar entre sus objetivos, visualizar su pensamiento. Estudiar la obra kardeciana sin apegarnos a la letra, sino intentando captar la idea, que es lo verdaderamente trascendente.
Estudiar a Kardec con el conocimiento del marco histórico y cultural en el que desarrolló su trabajo, pero también considerando su historia y su posición en la sociedad de ese momento.
Comprender al educando a quien se pretende llegar, como un espíritu inmerso en un proceso evolutivo, conociendo y reconociendo que la realidad de todos, incluida la nuestra, encierra aspectos positivos y negativos, mas aún, vivenciando estas potencialidades aparentemente contradictorias, como una parte inherente e inevitable a nuestra condición humana.
Conocer espiritismo a partir de Kardec, pero también, abrirse al conocimiento en general, porque el Espiritismo aspira a ser un conocimiento universal, no sectario, que se proyecte como un cono de luz sobre la realidad de cada momento permitiendo su análisis
Porque el Espiritismo nunca ha procurado ser el poseedor de la verdad y es perfectamente compatible por otras corrientes filosóficas, psicológicas, científicas y sociales de las cuales se puede nutrir o con las cuales se puede y se debe complementar.
Utilizando el concepto de Fromm, el educador espírita debe procurar CONOCER y no TENER CONOCIMIENTO, pues…
TENER conocimiento es tomar y conservar la posesión de la información disponible, brindándola como un paquete cerrado, sin posibilidad de cambio.
CONOCER, en cambio, es funcional y solo sirve como medio en el proceso de pensar productivamente.
CONOCER significa ver la realidad y no poseer la verdad, sino penetrar bajo la superficie y esforzarse crítica y activamente por acercarse a esa verdad.
El proceso de CONOCER es directamente proporcional a la necesidad de revisar y mudar de conceptos.
Para el que procura CONOCER el objetivo es tener la suficiente valentía para ser un librepensador.
Para el que procura CONOCER y no TENER conocimiento, la meta no es la posesión de la verdad sino el proceso de afirmar la razón humana.
Para el que procura CONOCER, la ignorancia es tan buena como el conocimiento pues ambos forman parte del proceso del saber.
Por todo esto es tan importante el proceso de actualización de conceptos, de prácticas, de vivencias, al que el espiritismo nos invita a la manera de Kardec.
Ya no es factible transferir una Doctrina cerrada, un cúmulo de ideas que otros acuñaron. Las nuevas generaciones no aceptan estructuras rígidas y nos equivocamos si pensamos que son ellos los que deben cambiar, son las Instituciones Espíritas las que deben transformarse para “abarcar”, para contener a esta manera de entender el mundo que, por imperio de la evolución, es totalmente diferente a la de nuestra generación.
El Conocimiento Espírita, de ninguna manera pude quedar como un conocimiento teórico, como una forma particular de culto, sino que adquiere validez cuando es concebido como herramienta de la vida diaria.
En este sentido, los espíritas posiblemente deberíamos instalar sinceramente en nuestros corazones el hecho de que tenemos mucho para aprender, que nuestro conocimiento tiene la posibilidad de mantenerse actualizado a partir de asumir enérgicamente el dinamismo que él mismo propone desde sus orígenes y que las circunstancias actuales invitan a adoptar con particular interés y entusiasmo.

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